viernes, 30 de noviembre de 2012

El diario de una Dothraki


El diario de una Dothraki

El lunes, fue otro día importante para mí.  Di mi primera clase del curso de español para vacaciones desde que llegue al campamento.

No salí muy satisfecha porque la limitación de tiempo, al hacerlo en media hora en el descanso de la comida, hizo que me pusiera nerviosa por querer explicar todo lo que tenía programado y no poder.
Finalmente salió, e igual que en la clase de los niños pregunté a mi tutora aspectos qué podía mejorar, y me dijo que debía:
  • Intentar no estar escondida detrás del ordenador, pero esto era debido a que tenía que pasar yo misma las diapositivas.
  • Hablar a la clase de frente sin mirar a las diapositivas para que puedan ver la pronunciación lo más cerca posible.
  • No decir: well, I don’t know, ya que aunque es una expresión hecha debida a los nervios, no da confianza a los alumnos que la escuchan.

Una de las asistentes que ayuda a los alumnos, y que también asiste al curso, me dijo, que aun así disfrutó mucho porque le gusta mucho el español. Me sentí algo más tranquila y en las clases posteriores procuré evitar lo que me habían aconsejando. La siguiente clase, con más tiempo y tranquilidad lo hice bastante mejor y todos salieron muy contentos, yo, la primera.




Destacaría el inicio de la jornada escolar, el día que la lluvia provocó accidentes en la carretera y la mayoría de los profesores no llegaron a tiempo a las “tiendas” donde educan a los más pequeños que denominan escuela.

Cuando me encontré ante la fila de niños a la entrada de la tienda cerrada con llave le pregunté a un profesor que pasaba por ahí. Le dije que yo podía encargarme de la clase hasta que viniera mi tutora y mandó a una de las  niñas a pedir la llave. Mientras, fui al despacho de lenguas a coger el material que precisamente había preparado para esa clase. Como incluí nuevas palabras y había observado a la otra profesora explicar esa lección, no me sería difícil hacerlo.

* Cuando regresé, ya había otro profesor cubriendo la ausencia. Le propuse la actividad que tenía y aceptó que la explicara. Era una sopa de letra repasando el vocabulario del día anterior y nuevas palabras para la descripción de las personas. Tenían que encontrarlas y poner el significado en Inglés al lado de la palabra para no olvidar su significado.

Al ver que iban terminando, le comenté de nuevo al profesor si podía explicar esos nuevos conceptos y de nuevo hacer una actividad/juego donde a través de los gestos recordaran los nuevos conceptos. Pero en este caso solo puse el significado en la pizarra y le dijo que sacaran una hoja y le dibujaran algo a la profesora con lo que supieran de mi lengua.

Poco después, llegó la maestra, y cuando los alumnos terminaron de  decirle al profesor todo lo que sabían de mi idioma, la maestra me dejó continuar y terminar con la actividad que tenía pensada.

Me sentía feliz al ser útil en ese momento inusual y algo caótico del día, recordé cuando nos dijeron el primer  año de universidad, que era fundamental desarrollar la capacidad de improvisación ante cualquier situación.

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