El diario de una Dothraki
El lunes, fue otro día importante para mí.
Di mi primera clase del curso de español para vacaciones desde que
llegue al campamento.
No salí muy satisfecha porque la limitación de tiempo, al hacerlo en media
hora en el descanso de la comida, hizo que me pusiera nerviosa por querer
explicar todo lo que tenía programado y no poder.
Finalmente salió, e igual que en la clase de los niños pregunté a mi tutora
aspectos qué podía mejorar, y me dijo que debía:
- Intentar no
estar escondida detrás del ordenador, pero esto era debido a que tenía que
pasar yo misma las diapositivas.
- Hablar a la
clase de frente sin mirar a las diapositivas para que puedan ver la pronunciación
lo más cerca posible.
- No decir: well, I don’t know, ya que aunque es una expresión hecha debida a los nervios, no da confianza a los alumnos que la escuchan.
Una de las asistentes que ayuda a los alumnos, y que también asiste al
curso, me dijo, que aun así disfrutó mucho porque le gusta mucho el español. Me sentí algo más tranquila y en las clases posteriores procuré evitar lo que me habían aconsejando. La siguiente clase, con más tiempo y tranquilidad lo hice bastante mejor y todos salieron muy contentos, yo, la primera.
Destacaría el inicio de la jornada escolar, el día que la lluvia provocó
accidentes en la carretera y la mayoría de los profesores no llegaron a tiempo
a las “tiendas” donde educan a los más pequeños que denominan escuela.
Cuando me encontré ante la fila de niños a la entrada de la tienda cerrada
con llave le pregunté a un profesor que pasaba por ahí. Le dije que yo podía
encargarme de la clase hasta que viniera mi tutora y mandó a una de las niñas a pedir la llave. Mientras, fui al
despacho de lenguas a coger el material que precisamente había preparado para
esa clase. Como incluí nuevas palabras y había observado a la otra profesora
explicar esa lección, no me sería difícil hacerlo.
* Cuando regresé, ya había otro profesor cubriendo la ausencia. Le propuse
la actividad que tenía y aceptó que la explicara. Era una sopa de letra
repasando el vocabulario del día anterior y nuevas palabras para la descripción
de las personas. Tenían que encontrarlas y poner el significado en Inglés al
lado de la palabra para no olvidar su significado.
Al ver que iban terminando, le comenté de nuevo al profesor si podía
explicar esos nuevos conceptos y de nuevo hacer una actividad/juego donde a
través de los gestos recordaran los nuevos conceptos. Pero en este caso solo
puse el significado en la pizarra y le dijo que sacaran una hoja y le dibujaran
algo a la profesora con lo que supieran de mi lengua.
Poco después, llegó la maestra, y cuando los alumnos terminaron de decirle al profesor todo lo que sabían de mi
idioma, la maestra me dejó continuar y terminar con la actividad que tenía
pensada.
Me sentía feliz al ser útil en ese momento inusual y algo caótico del día,
recordé cuando nos dijeron el primer año de universidad, que era fundamental desarrollar la capacidad de
improvisación ante cualquier situación.
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