La educación y su fin último es,
en mi opinión, formar personas felices que sepan desempeñar y realizar sus
sueños por extraños que parezcan. Por eso me gustaría dedicar un pequeño espacio
a una de las piezas fundamentales que permiten que eso se haga posible, los maestros.
Digo los maestros, porque pienso
que varios maestros estarían más capacitados para ayudar a nuestros alumnos a
cumplir con los objetivos reales de cada uno, ser personas felices.
De esta forma se evitaría que se
sigan produciendo más y más bolsas de sujetos frágiles por la falta de recursos
humanos. La motivación y ánimos del los maestros, creo, que pueden conseguir
que nos superemos en nuestras actividades y retos.
La manera en la que los espacios
son diseñados para dirigir el aprendizaje de los niños me hacen reflexionar
sobre cómo debemos adaptarnos, reponernos y modificar la realidad educativa en
función de las necesidades de nuestros alumnos.
Durante estas semanas nos hemos
dedicado al alumno, pero no debemos olvidar, que los maestros, ceden toda su
energía para sacar lo mejor de sus alumnos.
Esta semana hemos asistido a un
curso que hablaba de la resiliencia y cómo identificar, localizar y evaluar a
los alumnos que necesitan intervención, reconocer la mejor técnica/ método de
intervención.
La resiliencia es la capacidad
que tienen las personas para recuperarse de situaciones adversas.
Pero, mientras existen personas
dotadas con alto grado de una resiliencia natural, que resultan invulnerables a
la adversidad, existen otras que frente
a situaciones de estrés pueden acabar en crisis depresivas o enfermedades
somáticas. “Es como si les faltaran elementos en la caja de herramientas de la
vida” comentan las licenciadas Lea Teitelman y Diana Arazi, psicólogas y
docentes.
Hablando con mi tutora y nuevos
compañeros, y tras el análisis de los cursos que nos imparten para ser más
creativos en nuestras clases, honestos con los alumnos, darles confianza y
creer en ellos, nos damos cuenta que frente a las tareas que tiene el profesor
la de enseñar ocupa, quizás el diez por ciento de todo su conjunto.
La mayoría de los maestros piensa
que no tienen tiempo para pensar y realizar clases más creativas que
permitan a los alumnos utilizar sus
nuevos conocimientos en abordar nuevas situaciones o arriesgarse a
experimentar. Su lista de obligaciones cada vez es más y más extensa. Impartir
las clases, corregir las tareas, prepararles para los exámenes, evaluar los
conocimientos de los alumnos mediante los exámenes, comparar y registrar
la evolución de los mismos, control de asistencia, necesidades específicas de
cada alumno, con un ratio de mínimo 20 alumnos por maestro,
hablar con las familias, organizar y planificar actos trimestrales,
etc., etc.……y toda esta lista se realiza tras el periodo lectivo.
Y lo más importante, ser
motivador. Tenemos que tener en cuenta la calidad personal y profesional del maestro, siendo
éste el máximo responsable de la calidad del sistema educativo. A través del
rol inspirador del maestro dotaremos de una predisposición afectiva al
aprendizaje.
Debemos de tener en cuenta la importancia
del compromiso personal y profesional del maestro. La actividad de los
centros recae en última instancia en el profesorado, como figura indispensable
para:
- El
máximo desarrollo de las capacidades de un en un marco de calidad y
equidad.
- Convertir
los objetivos generales en logros concretos.
- Adaptar
el currículo y la acción educativa a las circunstancias del centro.
- Implicar a los padres en la
educación
de sus hijos.
En cuanto a la calidad profesional el
maestro, “saber hacer”, debe estar dotado de:
- Aptitudes
- Preparación
teórica y pedagógica
- Formación
inicial y continua.
Como calidad Humana “querer hacer”, debe
estar dotado de unas buenas:
- actitudes
- motivación
- vocación.
Estamos muertos si no somos capaces de extasiarnos por la naturaleza, comenzando por nosotros mismos, construyendo un mundo interno hermoso.